top of page
1low.jpg

SANTOS, MIOPES Y MEZCALES

Había llegado incluso a pensar que la oscuridad en que los ciegos vivían no era, en definitiva, más que la simple ausencia de luz, que lo que llamamos ceguera es algo que se limita a cubrir la apariencia de los seres y de las cosas, dejándolos intactos tras un velo negro. Ahora, al contrario, se encontraba sumergido en una albura tan luminosa, tan total, que devoraba no solo los colores, sino las propias cosas y los seres, haciéndolos así doblemente invisibles.

 

 José Saramago, 1996.

“Hoy 22 de mayo, se prevé que al menos cuatro manifestaciones y dos marchas provoquen algunos cortes a la circulación en las alcaldías de la CDMX”, decía la noticia de TV Azteca que proyectaba un televisor antiguo ubicado en el café junto al hotel. Sin proporcionar los motivos por los cuales se manifestaba, el canal de noticias compartió una publicación de Twitter de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la CDMX que se enfoca en comunicar las vías de circulaciones alternativas: “...la manifestación comenzará a las 08:30 horas partiendo del Monumento a la Revolución rumbo al Zócalo, alcaldía Cuauhtémoc, por lo que recomiendan tomar Avenida de los Insurgentes, Eje 1 Norte, Eje 1 Oriente, José María Izazaga, Avenida Chapultepec, Doctor Río de la Loza y Fray Servando Teresa de Mier, como alternativas viales”. 

 

Al terminar el desayuno, le consulté al personal del café donde comprar una tarjeta SIM con datos para poder moverme “libremente” por la ciudad sin depender de la red de wifi público, que tanto en México como en el resto de América Latina es bastante limitada. A pesar de que había tiendas de telefonía más próximas al café, la recomendación fue específica, el local de Telcel ubicado en la Torre Latinoamericana sobre la Avenida Juárez, un ícono de la CDMX lo suficientemente reconocible como para que un turista como yo no fuera a perderse. Una vez en la torre me vi tentado a subir a su mirador. Cada vez que llego a una ciudad por primera vez me gusta subir a un punto alto en su primer y último día. Primero para poder absorber la escala que tiene la ciudad y luego para ubicar en la vista aérea los lugares y las emociones que en ella viví. 

 

Hice una fila de 45 minutos para subir. A la multitud de turistas, se sumaron jubilados y adolescentes. Parecía que el mirador era un buen spot para citas de media mañana. Mientras pasaban los minutos, la fila avanzó a lo largo de una galería con ilustraciones representativas de otras torres alrededor del mundo. La Torre Latinoamericana fue parte de la carrera internacional por la altura y ocupó el podio de las más altas de América Latina desde 1950 hasta 1956, cuando se construyó la Torre de las Américas en Cuba. Tres aspectos marcaban las conversaciones entre los visitantes y definían el valor de estos símbolos: el año, la altura y la forma.

 

¿Qué habría pasado si la galería en lugar de una secuencia de imágenes halagadoras evidenciara los ensamblajes ocultos detrás de estos símbolos del progreso? El exceso de consumo de energía que implica el mantenimiento de la Torre Eiffel, la insuficiencia programática de la Torre Agbar, o el impacto ambiental del Burj Khalifa. Al final, ¿cuánto nos cuesta el ícono?

 

Tanto Telcel, donde compré mi tarjeta SIM, como la propia Torre Latinoamericana son propiedad de Carlos Slim Helú, un filántropo y empresario multimillonario dueño de un conglomerado de empresas con acciones que van desde la tecnológica Apple, Inc. hasta el megayacimiento petrolero en el golfo de México de Talos México. Slim también tiene inversiones en los medios de comunicación como The New York Times y el Grupo PRISA, propietario de El País y la Cadena SER, además de ser el accionista mayoritario de Fomento de Construcciones y Contratas (FCC), una de las principales empresas de construcción de España. De este modo, la Torre Latinoamericana y su mirador turístico están vinculados no solo a la industria de la alta tecnología, sino también a la remodelación del Estadio Santiago Bernabéu y al escándalo de corrupción internacional de Odebrecht entre el 2010 y el 2014. 

 

Este conjunto de información no es perceptible a simple vista. No obstante, participa en la infraestructura económica del imperialismo que subyace a mi experiencia inmediata. En otras palabras, esto se alinea con la definición que Fredric Jameson propuso en su obra Mapeo cognitivo como un "juego de figuraciones". En palabras de Jameson: "Se trata de un concepto esencialmente alegórico que supone lo obvio: que estas nuevas y enormes realidades globales son inaccesibles a cualquier sujeto o conciencia individual". Es decir, que el alcance del sistema capitalista es irrepresentable. 

 

Una vez en el mirador, lo primero que busqué fue el Zócalo. Para mi sorpresa, descubrí que la mitad de la plaza estaba ocupada por un tumulto de carpas y estructuras de cartón. En medio de todo aquello, se alzaba una caja con techo a dos aguas y unas estructuras de lonas adyacentes donde habían construido una réplica a escala 1:1 de la Capilla Sixtina. Esta construcción formaba parte de la celebración de los 30 años de alianza entre el Gobierno de la Ciudad de México y el Vaticano. A través de mi lente, pude percatarme de que todo el perímetro de la plaza estaba cercado y nadie transitaba sobre la explanada, lo que generaba un plano prácticamente impoluto que permitía apreciar la magnitud de aquel montaje. Inmediatamente, un guardia de seguridad me llamó la atención por tomar fotografías frente al Palacio de Gobierno, ya que no estaban permitidas. Quién sabe si por temor a posibles francotiradores o a periodistas que revelen hechos invisibles tras los muros del Palacio gubernamental, como la desconocida donación de los fondos para llevar a cabo la réplica de la Capilla Sixtina.

 

Decidí desviar mi mirada hacia otras direcciones y escuché un murmullo proveniente de Tlatelolco, como si fuera el eco vivo de la resistencia que tuvo lugar el 2 de octubre de 1968, allí en la Plaza de las Tres Culturas. En ese momento, la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM) marchaba en conmemoración del centenario de la creación de las Escuelas Normales Rurales. Estas instituciones educativas surgieron como parte de un proyecto posrevolucionario con el objetivo de formar maestros locales para trabajar en áreas rurales del país. Sin embargo, a raíz de la masacre de Tlatelolco, el proyecto se vio afectado y se redujo a la mitad, transformándose en otras entidades educativas, como las Escuelas Secundarias Técnicas Agropecuarias (ETA), las cuales no son autónomas y son dirigidas por planes educativos estandarizados que ignoran las situaciones socioeconómicas de cada región. Un proceso que va paulatinamente aristocratizando la enseñanza rural.

 

Esta visión “desde arriba” me recordó a las reflexiones de Hito Steyerl sobre la política de la verticalidad y cómo esta se conecta con la representación visual y la sociedad en general. Al mirar desde arriba, percibí en primer lugar un paisaje contenido, una ilusión de estabilidad, capturando la esencia misma de la ciudad como una entidad única. Sin embargo, al contemplar la vista desde arriba, también experimenté la fuerza de la gravedad generada por la altura y la tensión inherente a los diversos fragmentos que conforman el paisaje, como escenario de Zócalo o de la Alameda central. Decidí dejarme atrapar por esta fuerza de gravedad y caer al encuentro de estos fragmentos. Bajé a la Alameda Central con la intención de observar de cerca el encuentro entre la marcha y la réplica de la Capilla Sixtina. 

 

No obstante, en mi camino hacia el Zócalo, me encontré con un grupo de mujeres que se dedicaban a la venta ambulante de diversos objetos. Este colectivo estaba rodeado por policías, todas ellas mujeres. Tuve la oportunidad de conversar con una de las militantes del colectivo llamada Nelly, quien me explicó que su venta ambulante era una forma de manifestación. La venta callejera era la manera de obtener los recursos necesarios para pagar abogados y amortiguar económicamente a víctimas de violencia de género que se encontraban en situaciones críticas. Las autoridades, en cambio, rodeaban y oprimían al colectivo, generando una fricción entre las normas que prohíben la venta ambulante en la calle y la manifestación pasiva que no puede impedirse. Es en esta grieta donde el colectivo encuentra una forma de subsistir. Una protesta económica.

 

La violencia en México es un tema recurrente y se manifiesta en forma de violencia de género, violencia racial, violencia religiosa, violencia económica, violencia de clase, violencia cultural, violencia de edad, violencia policial y otras violencias. Estas formas de violencia se traducen en abusos de poder y ausencia de derechos. En 2013, Julio Gaeta y Luby Springall, llevan a cabo el proyecto para el Memorial de las Víctimas de la Violencia de México, un conjunto de placas de acero de 12 metros de alto define un bosque de peldaños donde se inscriben los nombres de las personas víctimas de violencia. Gaeta afirma que: “...los muros fueron pensados para seguirlos escribiendo porque esta violencia no desaparecerá, al menos en un futuro cercano”. Los propios ciudadanos cambiaron el nombre del memorial a Memorial de Víctimas de la Violencia de Estado, ya que es el Estado, en última instancia, quien ha fallado en su tarea de salvaguardar la integridad de los ciudadanos. 

 

La historia de México también ha sido marcada por la violencia del lenguaje, la superposición de símbolos por parte de los colonizadores, quienes atacaron directamente sobre su simbología y espacios de representación. Un ejemplo de ello es el propio Zócalo, que solía ser paisajísticamente como Xochimilco. Los colonos la describen como la "Venecia de América" con canales fluviales utilizados para el desplazamiento y el comercio de los Mexicas, la ciudad templo de Tenochtitlán que fue suplantada por el orden europeo colonial de la gran plaza, la catedral y el palacete, eliminando, así, el espacio de referencia y culto de las culturas prehispánicas. 

 

El Zócalo es, desde la consolidación de la República, el espacio de encuentro y reclamo, el escenario urbano donde confluye y se manifiesta la vida cívica. Pero hoy, estas resistencias se difuminan bajo el espectáculo mediático de un Disneylandia religioso. A la réplica de la Capilla Sixtina acuden ocho mil personas durante el primer día y, de este modo, el sistema de poder dominante vuelve a suplantar los símbolos para perpetuarse. Si tras la conquista española se superpusieron los órdenes europeos de la consolidación de la ciudad sobre el templo de Tenochtitlan, hoy, sobre la plaza de Zócalo, espacio de representación cívica, se superpone un escenario de cartón que busca construir una experiencia simulada de una arquitectura representativa del orden religioso centroeuropeo. 

 

Este show mediático pone de manifiesto las tensiones que existen entre la realidad y la simulación. Ni siquiera Miguel Ángel, Sandro Botticelli o Pietro Perugino parecen importar en este contexto. Las distintas narraciones bíblicas plasmadas en los frescos parecen quedar en segundo plano, ya que lo que realmente importa es entrar, tomar una selfie y compartir en redes sociales la experiencia de haber estado allí, en la Capilla Sixtina, incluso si es una representación de cartón. 

 

Mientras tanto, a sus alrededores emergen otras formas de protesta, una nueva urbanidad construida por carpas al lecho del Palacio de Gobierno reclama por el trabajo digno, el salario justo y la seguridad social y, a una cuadra del Palacio, una concentración menor denuncia tras un altoparlante el nombre de personas desaparecidas por las fuerzas policiales. “Fidencio Gómez Sántiz, defensor de los derechos indígenas, víctima de desaparición forzada desde el 2016”. Este grupo me regala un periódico popular, el boletín FRAGUA. En él se desarrollan temáticas diversas que van desde la inflación hasta la explotación de litio, pasando por la escasez del agua. 

 

Hoy, el litio es un mineral clave en la fabricación de baterías y su demanda está en aumento debido a la transición energética hacia vehículos eléctricos, el nuevo “oro blanco”. Aunque en México aún no se extraiga litio, se han otorgado concesiones para su exploración y explotación y, mientras algunas voces abogan por la nacionalización del litio y su desarrollo en manos del pueblo mexicano, otros consideran que el gobierno eventualmente recurrirá al capital privado para poder llevar a cabo los procesos de industrialización. Volteo nuevamente hacia la Capilla Sixtina y me doy cuenta de que, más que simular la realidad, disimula no formar parte de ella.

 

Mientras volvía al hotel, recordaba la conversación con Gaeta y Springall, quienes me contaron sobre la construcción de la nueva catedral de Celaya y la posibilidad de que en el futuro fueran declarados santos. Esta beatificación se correspondería con el rol que desempeña su obra en la tarea de acercar a las personas a Dios, es decir, la capacidad de los arquitectos de actuar como intermediarios entre Dios y los fieles a través de su arquitectura. Las palabras de Gaeta resonaban en mi mente: "¿En qué otro país del mundo se construyen catedrales como en México?". 

 

En ese instante, un canto urbano lo dejó claro: "Lentes, lentes, a los lentes". En la Avenida Juárez, se aglomeran todas las tiendas de ópticas, y el llamado de los oculistas-vendedores se entremezcla con la peatonal de comercios y la capilla de San Francisco que en su patio alberga una exposición itinerante El taller de da Vinci, extraño, controversial, y absurdo. Y en medio de la tensión entre lo permanente y lo efímero, entre lo real y su reflejo, entre la imposición y la revelación, entre el orden y la disidencia, un músico no vidente cautivo mi atención. Alzó su armónica, con su sonido quebró el murmullo urbano. Por un instante, pareciera como si la ceguera se hubiera extendido por toda la Avenida Juárez, hasta llegar al Zócalo. 

 

Ciudad de México, 22 de mayo de 2022.

bottom of page