El término viajar conlleva al acto de desplazarse de un lugar a otro. En cambio, el cruce implica pasar la frontera y adentrarse en lo otro, dejando atrás lo conocido. Tanto los lugares que hemos experimentado en persona, como también aquellos que hemos explorado a través del estudio y que permanecen en nuestra mente de forma abstracta. La práctica del cruce conduce inexorablemente a cuestionar los fundamentos sobre los cuales se ha construido el discurso arquitectónico. En este contexto, el Viaje de Arquitectura implica encarnar la noción del cruce, donde la permanencia desaparece y emerge la traslación, tanto entre lugares como entre ideas. En el Viaje de Arquitectura, lo individual se disuelve en lo colectivo: un dormitorio privado se transforma en un espacio compartido y una sala de espera de aeropuerto deviene en un lugar de encuentro, incluso en lo más íntimo. Los límites entre lo público y lo privado se desdibujan y las categorías programáticas se redefinen. Se abandona el rol de estudiante o joven arquitecto para convertirse en un extranjero en constante desplazamiento, atravesando fronteras tanto políticas como culturales e infiltrándose en territorios donde el marco legal cambia semanalmente y los derechos habituales pueden ser cuestionados o incluso invalidados. Esta serie de crónicas entrelaza la experiencia personal del autor —las fricciones, impactos y encuentros que lo atravesaron— con la dimensión cultural y política de las ciudades exploradas en el Viaje de Arquitectura.